La semana pasada celebrábamos la solemnidad de la Epifanía. Hoy concluimos un tiempo litúrgico fuerte, celebrando la fiesta del Bautismo del Señor. El bautismo de Cristo es su manifestación (epifanía) solemne y oficial. El pasaje del evangelio de Lucas, que hoy leemos, está también formado por dos escenas. La primera está dominada por la voz del Bautista que, en una comparación valorativa, indica la superioridad del bautismo cristiano en relación con su propio rito purificatorio. El bautismo traído por Cristo es “en Espíritu Santo y fuego” (Lc 3,16). Los elementos principales de la escena son la apertura de los cielos, con la voz divina, y el Espíritu Santo. Creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que, también como hombre, estuvo lleno del Espíritu Santo desde el seno materno; pero en el momento del bautismo, en que Él va a dar comienzo a su misión, se manifiesta de nuevo la iniciativa del Espíritu. Jesús lo pide al Padre y el Padre, que lo reconoce como Hijo, le da con plenitud su Espíritu. (Publicado el 10 de enero del 2010)
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